Escrito por Fernando Rabanales, miembro de nuestro Faculty. En este artículo Fernando expresa un estilo de comunicación que refleja un valor de liderazgo que enseñamos en nuestros programas: el poder de la escucha y de estar presente, verdaderamente presente.
La comunicación es más que palabras.
Hace casi medio siglo el doctor Albert Mehrabian descubrió que en realidad muy poco de lo que decimos, lo decimos con palabras. Cuando hablamos, sólo 7 por ciento de lo que decimos se transmite a través del contenido de nuestras palabras. El 38 por ciento está en el tono de voz, la entonación, nuestro ritmo al hablar, etcétera, y 55 por ciento es lenguaje corporal. Esto puede implicar dos grandes dificultades para comunicarnos: el problema de expresar en realidad lo que queremos decir y por la otro lado, el problema de entender lo que nuestros interlocutores quieren expresarnos. Para poder comunicarnos efectivamente tenemos que aprender a “leer”, más allá de las palabras.
Saber leer entre líneas nos califica para profundizar en el mensaje oculto de una conversación informal, un simple: ¿cómo estás? O ¿cómo te sientes? Puede ser el inicio de un discurso ficticio. Al momento de hablar nos encontramos frente a una ficción que diseñamos, y que esperamos, revele una verdad. No hay lenguaje "puro". El único "lenguaje puro" son los sonidos iniciales de un bebé. Al perder nuestra originalidad, empezamos a construir una imagen cargada de máscaras de complacencia. Es un sentimiento que trae a la mente la concepción cristalina de Adrienne Rich del mentiroso como alguien que pierde de vista las posibilidades que existen entre dos personas, o entre un grupo de personas. Ella dice, “nuestra capacidad de crear la realidad, mediante la creación de ficciones con el lenguaje, no se debe abusar. El abuso se llama mentir. Los que están en la vida pública que crean nuestros valores están especialmente llamados a no "mentir". Sin embargo, la mayoría de nosotros creemos, que nos están mintiendo.”
¿Nos mienten o nos mentimos a nosotros mismos? de ahí que el silencio, la escucha de nuestro propio discurso, es tan importante.
Paul Goodman en el libro Las nueve clases de silencio escribe:
“No hablar y hablar son dos formas humanas de estar en el mundo,
Está el silencio mudo de estupor o la apatía;
El silencio sobrio que va con una cara solemne;
El silencio fecundo de la conciencia, de donde emergen nuevos pensamientos;
El silencio vivo de la percepción alerta,
El silencio musical que acompaña,
El silencio al escuchar a otro hablar, tomarlo a la deriva y ayudarlo a estar claro;
El ruidoso silencio de resentimiento y la auto-recriminación, habla fuerte y subvocal pero difícil de decir; silencio desconcertado;
El silencio pacífico con otras personas o comunión con el cosmos”.
¿Escuchas lo suficiente?, ¿Escuchas con los ojos, los oídos y el corazón, buscando comprender? Si haces eso, en vez de buscar ser escuchado, seguramente estás en el camino de la verdadera comunicación.